Pescado en sudamérica
Víctimas de las constantes agresiones que sufren las cuencas de los ríos Paraná y Plata, varias especies de peces merecen un llamado de atención o, por lo menos, conviene conocer los riesgos que asumimos los pescadores a la hora de su consumo.

La contaminación en nuestros ríos -un tópico infrecuente por desgracia en la agenda de políticos y gobernantes- no solo tiene que ver con catástrofes específicas, sino que desde hace años el nivel de polución que reciben las aguas del Paraná y Plata (especialmente en zonas urbanas y portuarias) los mantienen en un constante alerta rojo, con especies más o menos receptivas a las agresiones químicas, que van derivando en la cadena alimenticia hasta llegar al hombre.

Más allá de los derrames accidentales, los puertos fluviales de las cuencas mencionadas son grandes fuentes permanentes de contaminación por hidrocarburos. Vamos a un ejemplo. Mientras que puertos-monstruo alemanes como los de Kiel y Hamburgo (donde la gente pesca) apenas cuentan con 5 microgramos por litro, puertos como los de Campana y Rosario superan los 20 microgramos, valores que se duplican en la costa porteña.
Veamos. ¿Cuál es el efecto nocivo del petróleo o sus derivados al verterse en aguas puras?
La gran mayoría de los alevines y juveniles de peces del Paraná y Plata se alimentan de plancton -microorganismos que viven flotando en la superficie del agua, así también como de nutrientes que encuentran en el fondo.
El petróleo vertido, con su huella típica de una fina capa aceitosa iridiscente en la superficie (cuando no directamente presente en manchas negras de gran viscosidad), mata al plancton al impedirle la llegada del oxígeno en tanto el alquitrán que se deposita en el fondo impide el crecimiento vegetal.

Como consecuencia directa, escasean peces en la zona afectada ya sea por muerte directa, por falta de oxígeno o alimentos al cortarse la cadena alimenticia con la ausencia de especies menores o los juveniles de las mayores.
Los aportes de desechos industriales, plaguicidas, desechos cloacales y demás contaminantes hacen que el Paraná y el Plata sean basureros abiertos que contaminan la salud de nuestros peces por la piel o por ingestión.
En el primer caso -contaminación por piel- los contaminantes se fijan en los tejidos grasos. Ponemos de ejemplo de este tipo a peces de escamas pequeñas como el pejerrey, especie muy sensible a la contaminación y cuya presencia en nuestras aguas es garantía de su mayor o menor pureza.

En zonas contaminadas, transita por aguas profundas huyendo de la polución. Otro pez que parece poseer la extraña habilidad de evitar la contaminación es el dorado, especie que requiere de aguas bien oxigenadas y que aún en ejemplares obtenidos en el delta y Río de la Plata, su carne no presenta altos índices de hidrocarburos.
En cuanto a la contaminación por ingestión, los contaminantes se fijan en el aparato digestivo y los ejemplos típicos son las especies barreras (que encuentran su alimento en el barro o lecho) como el bagre y otras especies de piel. Los bagres, carroñeros que incluyen en su dieta restos de otros peces, acumulan altos índices de hidrocarburos en sus tejidos grasos y niveles de cinc peligrosos para el hombre. Estos contaminantes pasan al hombre a través de la ingesta, acumulándose en el ser humano en el hígado y páncreas.

La boga, quien encuentra con frecuencia su alimento en aguas profundas y oxigenadas como las del centro del caudal del río, presenta bajos índices de contaminantes, no así la especie con la que frecuentemente se confunde, el sábalo, que por tener mayor cantidad de tejidos grasos acumula mayores niveles de metales pesados y se encontraron en diversos análisis alarmantes niveles de bifenil policlorados en sus tejidos.
Similar panorama se ofrece para la carpa, que muestra niveles siderales de bifenil policlorado y otros tóxicos que hacen no recomendable su consumo si fue extraída en lugares de aguas contaminadas.

Un ejemplo del efecto nocivo de la acumulación de contaminantes es el surubí, usualmente destinatario final de la cadena alimenticia por ser el mayor predador del río: mientras los del alto Paraná ofrecen carnes limpias los del delta y Río de la Plata presentan concentraciones altísimas de metales pesados.

El patí, como el bagre, presenta en su carne hidrocarburos cancerígenos para el hombre y compuestos clorados y metales pesados. Su piel permeable y la gran proporción de grasa que ofrece su organismo funcionan de depósito de contaminantes en la especie.
Sin ánimo de ser alarmistas, la intención de estas líneas es poner en alerta al pescador de que mas allá de que en apariencia alguna comida en base a pescado no dañe la bomba puede estallar a largo plazo. Y además recalcar, como lo hemos hecho siempre, que cuidar nuestras aguas y nuestros peces es, en definitiva, cuidar nuestra propia salud.

Nota publicada en el suplemento Viva la pesca del Diario Popular.
Fuente: http://aguapurificada08.blogspot.com/2009/02/peces-contaminados.html