¿QUÉ NOS MATA?
El objetivo de este documento es el de tratar de comprender a qué se debe la destrucción del cuerpo humano y como detenerla, apoyados en las teorías científicas del Dr. ecuatoriano OSCAR VARGAS MACHUCA.
Es la de tener al final una respuesta a la pregunta ¿QUÉ NOS MATA?
Y…. ¿QUÉ ES LO QUE A LA LARGA NOS MATA?
En la naturaleza, las diferentes especies de animales son depuradas por sus depredadores específicos. Ningún animal muere en estado de vejez, todos cumplen una expectativa de vida representada en el promedio de los años que genéticamente les corresponde vivir, o cuando su eficiencia funcional comienza su punto de declive.

Esta es una ley natural inviolable, es la forma con la que la evolución protege a las especies vivientes, haciendo que los miembros de una especie sean fuertes y saludables, con el fin de afrontar las vicisitudes de la supervivencia. Por este motivo: los más débiles se encuentran condenados a morir, aún por la mas mínima deficiencia fisiológica que presenten en su desempeño vital.
Es una ley de garra, colmillo y sangre; es la ley de la vida y la muerte o de la evolución, que se debe cumplir so pena de que se produzca un daño mayor.
Por un larguísimo período de tiempo, nuestra especie y sus congéneres deambularon en los parajes selváticos en condiciones completamente naturales...

Nuestros enemigos comunes eran los felinos (el tigre, la pantera, el leopardo, el jaguar, el león,). Ellos se encargaban de depurar a nuestra especie.
Por ello nuestros primitivos semejantes presentaban una característica común: todos eran esbeltos, fuertes, activos y dinámicos, sin ninguna huella de estigmas somáticos, tanto los niños como los adultos. Toda esta curiosa característica de salud y belleza se le debía a la presencia de los depredadores naturales.
Hoy, gracias a Dios, no tenemos cerca a estos depredadores. Nos hemos liberado de estos fantasmas aterradores, que eran parte de nuestra convivencia rutinaria, y que gracias a ellos, hoy gozamos de la presencia de nuestra especie en este planeta.

No tenemos - en lo que respecta a los seres humanos y animales domésticos el enemigo natural, ya que la civilización nos ha situado en un nuevo nicho ecológico donde nuestra vida se desarrolla ajena a los avatares naturales que se cumplían, ya sea en los pastizales o en los bosques lejanos de la civilización.
Pero, peso a ello, vivimos agobiados por taras que diezman nuestra salud; la enfermedad es el malestar común de todos los habitantes; gastamos ingentes cantidades de dinero en conservar la salud; los medicamentos son los agentes cotidianos de nuestra vida; vivimos en un mundo sobre poblado, en el que año a año nuestra especie se multiplica en forma exponencial, sin orden ni concierto.
¿Es esto lo que había previsto la evolución? Claro que no. ¿Qué expectativa de vida se encuentra grabada en nuestros genes? La ciencia dice que deberíamos vivir unos 120 años los hombres y unos 125 las mujeres. Pero esta es una edad inalcanzable, solo rarísimas personas llegan a este extraordinaria edad.
En épocas primitivas, nuestros congéneres probablemente vivían entre 30 o 35 años, que es el límite de nuestro pináculo de eficiencia orgánica. Después de las edades indicadas nos convertíamos en peso muerto para nuestra especie y teníamos que ser eliminados por el depredador común, para beneficio de la especie.

En los tiempos modernos, las cosas han cambiado, ya no tenemos deambulando al depredador, por lo tanto, deberíamos vivir hasta los 120 años, pero esto no es así.
Todos sabemos, que la mayoría de las personas mueren alrededor de la mitad de la expectativa de vida.
La pregunta es, entonces: ¿Qué nos enferma? ¿Qué nos mata?
El hambre!!!, o la mala nutrición que toda la humanidad padece por el simple hecho de cocinar obligatoriamente la comida y por los múltiples manipuleos a que son sometidos los alimentos.
La comida diaria proporciona muy poco aporte de nutrientes. En una persona que ha pasado los 30 o 35 años, esta realidad tiene un efecto devastador sobre sus funciones vitales.
Las células de los tejidos perciben la deficiencia y creen que nos estamos muriendo de hambre. ”Entienden” que estamos viejos y desvalidos y que somos material que tiene que ser eliminado para beneficio de la especie.
Es así, alimentándonos mal, como hemos preparado el escenario para la eliminación de nuestro organismo (pero ahora sin el temible felino).

Como respuesta a esta circunstancia, el Hipotálamo detecta una señal de alarma y en asocio con el páncreas segrega la hormona SOMATOSTATINA, para obligarnos a entrar en reposo (para bien), pues esta hormona frena la acción de cinco hormonas metabólicas (insulina, glucagón, hormona de crecimiento, tiroxina y las suprarrenales.
La SOMATOSTATINA, ejerce su acción de reposo a través principalmente del HIGADO, que al recibir la influencia de la SOMATOSTATINA y la disminución de la actividad de las hormonas metabolizantes y de las suprarrenales, sobre todo, y junto con una alimentación empobrecida en nutrientes, genera un cambio en su comportamiento químico de enorme trascendencia para el organismo.
Especialmente en lo relacionado con el metabolismo de la tiroxina.
Cuando el hígado detecta la falta de nutrientes adecuados y de hormonas suprarrenales, trata de salvarnos la vida e inmediatamente varía su trabajo químico y cambia la hormona T4, producida por la Tiroides, en un isómero que se denomina T3 R o T3 inversa, la que no es funcionante o que carece de propiedades inherentes para el metabolismo térmico.

Cuando el Hígado cambia de procedimiento químico todas nuestras funciones orgánicas se deterioran y entramos en una autodestrucción ya que nos priva del acelerador del motor que es la hormona T3 (para obligarnos a descansar), razón por la cual el metabolismo se precipita en un acelerado catabolismo y, de esta manera, comenzamos a morir.

SOMATOSTATINA DESNUTRICION HIGADO
Cambia de comportamiento Químico
En resumen, el hígado, obedeciendo a la somatostatina nos pone en reposo.
Es preciso señalar, que en las épocas primitivas, este reposo era beneficioso para el hombre de las cavernas, pues le permitían tomarse un momento de descanso hasta esperar mejores tiempos (primavera).
Pero, ahora, las cosas son diferentes, ya no hibernamos. Ahora invernamos pero trabajando. Y cuando no trabajamos la medicina convencional nos recomienda que hay que hacer ejercicios para obtener salud.

Esto es un contrasentido de las leyes de la fisiología, pues la lógica simple nos indica que hay que descansar hasta que vengan mejores tiempos.
No, ¡eso no se puede!, dicen. Tenemos que movernos. Necesitamos salud.
Y ahora ¿qué pasa?
La T3 se nos ha invertido y nos encontramos con una desventaja funcional, ahora hemos adquirido la mas nefasta de todas la enfermedades, la madre de todas las enfermedades: El Síndrome de Enfermedad Eutiroidea (SEE). Que quiere decir Síndrome de enfermedad con tiroides sana...
La glándula tiroides no participa del problema, ella se encuentra sana y es ajena al problema que se encuentra gestándose en el tejido hepático, y por este trastorno equivocadamente diagnosticado vamos a morir en pocos años.
Todo lo que se ha producido es un hipotiroidismo químico, no glandular, pero la medicina convencional lo trata como si hubiese ocurrido un daño glandular de la tiroides.
Al deteriorarse el metabolismo por el deficiente aporte que brinda la hormona T3R, nuestros intercambios bioquímicos se darán en forma mediocre, nuestras células trabajarán en forma deficiente, los procesos de reparación se entorpecerán, y todo el edificio bioquímico de nuestro cuerpo trabajará con severos cambios involutivos de los fenómenos vitales; entramos en un verdadero hipotiroidismo químico (no glandular), pues, repetimos, la tiroides se encuentra sana y no participa en la tragedia.

Ahora ya tenemos el panorama completo, que nos permite comprender los fenómenos de la salud y de la enfermedad.
Con ello podemos establecer la frontera que divide la salud y la enfermedad.

ESTADO DE REPOSO
Ya tenemos identificado al “villano”: Es el hígado!!! el que finalmente “nos mata”, es él quien reemplazó al felino y el que no nos permite pasar de los 60 años, es el depurador de nuestra especie, pero aun no lo queremos admitir, porque no hemos llegado a sacudirnos de los dictámenes dogmáticos de la medicina convencional.
Es una pena que este “villano” nos siga matando, y nos mate tan mal. Su trabajo depurador es a todas luces completamente deficiente, porque lo hace en una misión de varios años, haciéndonos sufrir inmisericordemente, con la complicidad de varias enfermedades degenerativas.

La naturaleza decreta el extermino a través del hígado, signando al hombre con el Síndrome de Enfermedad Eutiroidea (SEE), que termina víctima de alguna enfermedad degenerativa, como el cáncer.

¿QUE HACER?
Primero:
Ya hemos entendido muy claramente que el origen de todo está en la mala nutrición. En consecuencia, lo primero que hay que hacer para corregir el problema es ingerir un alimento que contenga todos los factores esenciales, y que sus moléculas tengan la propiedad de desviar el plano de polarización de la luz a la izquierda (levógira), de manera que la asimilación quede asegurada y las células del cuerpo se nutran apropiadamente.
El término levógiro se aplica al cuerpo o sustancia que, interpuesto en el trayecto de la luz, la desvía a la izquierda.

Segundo: Dejar de comer hidrocarbonados de absorción rápida (azúcar, melaza o cualquier otro alimento que contenga estos hidrocarbonados).

Tercero: Comer puntualmente cinco (5) veces al día, consejo con el que debemos ser muy disciplinados, por cuanto la mayoría de nosotros nos olvidamos de tenerlo en cuenta. Hay que comer religiosamente un pasabocas a las 10 a.m. y a las 4 p.m. Para cumplir con esta indicación nos bastará comer cualquier fruta.

Cuarto: tomar una tableta de T3 normal (Triyodotironina) con lo cual estaríamos protegiendo a las células para que nuestra vida continúe, y de esta manera el hígado no nos “declare” su sentencia de muerte.
Nuestra glándula tiroides produce dos tipos de hormonas: la T4 y la T3, es decir, con 4 y 3 átomos de yodo respectivamente. Normalmente la T4 es la principal sustancia segregada por la Tiroides, predominando esta hormona en el torrente circulatorio, pero ésta con poca acción hormonal.
La glándula Tiroides, produce mayor cantidad de T4 (con poco poder hormonal).
Aquí se encuentra precisamente la clave del problema, porque el organismo requiere una mayor cantidad de T3 (con mayor poder hormonal) para adaptarse a las exigencias orgánicas del estrés, estado en el que el cuerpo demanda mayor rendimiento energético y un adecuado incremento en la síntesis de factores proteicos y enzimáticos, y así poder superar una condición de necesidad de adaptación.

La hormona T4 a través del hígado y los riñones actúa como un “hormostato”; ya que cuando nuestro organismo demanda un mayor rendimiento energético, tenemos la hormona T4, que como material de reserva, se encuentra como factor de compensación para que el hígado la transforme en T3, pero ya con mayor capacidad hormonal funcionante y de esta manera suplir las necesidades que el estrés y el organismo demandan...
Sin la hormona T3 en cantidades necesarias, nuestros tejidos entrarían en un estado de hipotiroidismo químico (no glandular), y nuestras funciones fisiológicas sufrirían un metabolismo destructor (catabolismo), por lo que nuestro hígado sale al paso convirtiendo la T4 en hormona T3.

Pero las cosas no salen siempre de esta manera. Cuando cumplimos los 30 años más o menos, nuestro hígado decide que “no debemos seguir viviendo más”, porque ha detectado que la cantidad de nutrientes que debemos asimilar se han reducido notablemente y la “conciencia interior” percibe que ya no somos aptos para la lucha por la vida y como tal nos estamos convirtiendo en peso muerto para la especie.
Es en este momento y con la colaboración de la Somatostatina, cuando el hígado cambia su química enzimática y en vez de producir una T3 normal, produce una T3 invertida (R), la cual ya no funciona, por lo que el paciente pasa a la condición de un hipotiroidismo químico (Síndrome de Enfermedad Eutiroidea). El organismo entra, entonces, en un proceso de auto destrucción, aparejado con la presencia de una serie de enfermedades degenerativas que han llegado a ser una norma en el hombre moderno. La primera señal es la obesidad, mas las otras enfermedades que van apareciendo con el tiempo. Este deterioro es tan persistente que en un lapso de unos 30 años la persona terminará en el cementerio con una enfermedad degenerativa irreversible.

La hormona T3, en condiciones metabólicas normales, incrementa la síntesis de ácidos nucleídos (ADN y ARN) y proteínas nucleares, estimula la acción mitocondrial , con la consiguiente formación de nuevas enzimas y de adenosintrifosfato (ATP), estimulado el metabolismo anabolizante , lo que determina que las células dispondrán de una mayor cantidad de material proteico para sus combinaciones bioquímicas , pero con la única condición de que se disponga de un generoso aporte de factores esenciales con la comida y que sean fácilmente asimilables.

TRATAMIENTO.
El tratamiento para una persona EUTIROIDEA lo podemos comparar con la reparación de una casa que se encuentra deteriorada.
Para ello deberíamos contar con obreros, con materiales apropiados y con un constructor (capataz que dirija).
Se pueden presentar tres (3) escenarios distintos:

PRIMER ESCENARIO: Tratamos de reconstruir la casa deteriorada (paciente).
Disponemos de un capataz (Triyodotironina) y de varios obreros (ribosomas y mitocondrias de las células), pero no contamos con materiales como cemento y arena (alimento) que son indispensables para hacer los ladrillos que servirán para la reparación.
En estas circunstancias el capataz (la triyodotironina) haría exigencias e imposiciones a los obreros (células) al no ver resultados por la evidente falta de materiales, lo cual obligará a los obreros (células) a hacer un mayor esfuerzo para lograr la reparación de la casa. Pero a pesar de ello, los obreros (células) harán un trabajo mediocre, o muy malo, debido a que no disponen de los materiales (alimentos) para hacer los ladrillos.
Bajo estas condiciones precarias, vemos que la casa no se puede reconstruir, y al contrario, se daña más.

SEGUNDO ESCENARIO: Ahora imaginémonos que tenemos obreros (ribosomas y mitocondrias de las células) que contamos con los materiales apropiados (Nutrientes), pero no disponemos del capataz (triyodotironina).
Es decir, no contamos con la dirección inteligente ni la motivación de la persona que dirija el trabajo.
Por este motivo la casa (el cuerpo) no va a ser reconstruida apropiadamente, por lo que volvemos a fallar en este segundo intento.
Este es el caso de un paciente con el Síndrome de Enfermedad Eutiroidea, que toma los nutrientes pero no dispone de la ayuda de la Triyodotironina.
Esta es la posición de la medicina convencional, cuando sostiene que no se debe administrar al paciente Triyodotironina (Capataz).

TERCER ESCENARIO: Se trata de un caso manejado apropiadamente.
Tenemos todos los elementos necesarios para realizar el trabajo, pues disponemos del capataz (liotironina), de los obreros (rizomas y mitocondrias), y de los materiales con los que se elaboran los ladrillos (nutrientes).
En estas circunstancias, el capataz guiará con inteligencia el ritmo a seguir para que el trabajo se haga armónicamente y coordinado. Así los obreros (ribosomas y mitocondrias) trabajarán con orden y concierto en sus tareas, ya que disponen del material necesario (nutrientes) para hacer los ladrillos (proteínas y enzimas) con los que se podrá reconstruir apropiadamente la casa.
Este escenario es el lógico. Se cuenta con el alimento adecuado, condición en la que la presencia de la T3 resulta del todo necesaria para realizar la reconstrucción del individuo enfermo, sin preocuparnos en absoluto del funcionamiento de la glándula tiroides, en vista de que no habrá retrocontrol debido al requerimiento del organismo por la triyodotironina.